La garrapata espera en las ramas de un arbusto para caer sobre algún animal de sangre caliente. Parece que al carecer de ojos tiene en la piel un sentido general lumínico para orientarse en el camino hacia arriba cuando trepa hacia el punto de espera. Este animal ciego y mudo nota la proximidad de la presa por el sentido del olfato, que está determinado sólo al único olor que desprenden todos los mamíferos: el ácido bitúrico.
Ante esta 'señal' se deja caer y cuando cae sobre algo caliente y consigue la presa, continua con el sentido del tacto y de la temperatura hasta que halla el sitio más caliente, es decir, el que no tiene pelo, perfora el tejido de la piel y chupa la sangre.
Así pues, el mundo de la garrapata consta únicamente de percepciones de luz y calor y de una sola cualidad odorífera. Una vez finaliza su primer y único alimento se deja caer al suelo, pone los huevos y muere.
Arnold Gehlen, El hombre, 84