31 octubre 2006

Catalunya 2006 (2): Maragall


Pasqual Maragall

ENRIC JULIANA, LA VANGUARDIA, 29 OCTUBRE 2006

Hoy es el último domingo de Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat. Es verdad que todavía faltan semanas para la proclamación de su sucesor - semanas que pueden ser inciertas y muy tensas-, pero hoy es su último domingo de navegación antes de llegar a puerto. El día de Difuntos - fecha escogida voluntariamente, con una ironía digna del escritor siciliano Leornardo Sciascia, famoso estas semanas por Los apuñaladores,un libro muy sugerente-, Maragall saldrá del limbo en el que se ha refugiado durante la campaña electoral y volverá a ser un hombre terrenal (¿lo ha sido alguna vez?) con dos títulos que ningún otro catalán ha logrado reunir en la cabecera de su biografía: ex presidente de la Generalitat y ex alcalde de Barcelona.

Maragall es una persona afortunada. Él mismo lo reconocía hace unas semanas en una entrevista, mientras mucha gente comenzaba a añorarlo con una expresión que ha hecho fortuna y que quizá se repita la noche electoral: una expresión que define bastante bien cómo somos los catalanes; contradictorios, católicos de poca misa, genoveses, castellanos en esbozo, clementes, por tanto, y anclados siempre entre el sarcasmo y el arrepentimiento: "¡Pobre Maragall!".

De pobre nada. Pasqual Maragall, que no se ha hecho rico con la política e incluso ha pasado por etapas de padecimiento económico, ha tenido la suerte de poder llevar a cabo dos proyectos biográficos de enorme potencia. Dos proyectos que pueden leerse políticamente como un único trayecto, pero que en realidad presentan notables diferencias de contenido, pese a estar engarzados en el tiempo por una férrea ambición que todavía hoy no es fácil de descifrar. Quedan preguntas sin responder sobre el presidente saliente. Por ejemplo: ¿ha sido Maragall más tozudo que valiente?

Los biógrafos deberán determinar en el futuro si hay o no una ruptura epistemológica entre el Maragall obsesionado en los años ochenta por la autonomía municipal de la Barcelona metropolitana y el Maragall que en el debate del Estatut difumina al máximo la supuesta frontera entre catalanismo y nacionalismo. Deberán examinar también, los atareados biógrafos, cómo evoluciona a lo largo de su carrera la cada vez más compleja relación con sus ayudantes: por qué gobierna Barcelona con un grupo de asesores de primera división norteamericana y emprende la dificilísima aventura de la Generalitat con un equipo escueto en el que prima la mirada agonística del clan familiar.

Maragall no es fácil de resumir. Hijo predilecto de su generación, la del fogonazo de 1968, la del estallido individualista que preanuncia el imperio del ordenador sobre la cadena de montaje, el presidente que se va es un moderno que ha vivido la política como un relato personal e intransferible. Ora genial, ora desesperante. Suyo.

ENRIC JULIANA, LA VANGUARDIA, 29 OCTUBRE 2006

22 octubre 2006

Catalunya 2006 (1): Mas


Tony Blair en Sant Jaume

ENRIC JULIANA, LA VANGUARDIA, 23 OCTUBRE 2006

Tony Blair está a punto de entrar en la historia de Catalunya de la mano de Convergència Democràtica de Catalunya. ¡Quién se lo iba a decir a Pasqual Maragall y a Narcís Serra, con tantos amigos en la London School of Economics, casa madre del nuevo laborismo británico!

Con gran audacia táctica, CDC se ha apoderado de la marca blairista, aprovechando el vudú de la izquierda a la muy detestada foto del triunvirato de las Azores. Convergència viste estos días de corte inglés. Así quedó de manifiesto en el debate del viernes, cuando Artur Mas defendió su propuesta de puntuar a los inmigrantes. Incluso Carod-Rovira, ora en Montenegro, ora en el Támesis, se puso la chaqueta de tweed - "más sociedad y menos Estado", dijo con vehemencia-, ante la mirada entre perpleja e irónica de Josep Piqué.

¿Por qué no es blairista el PSC? Lo fue tímidamente hace unos años, cuando Blair estaba muy de moda, pero el buen rollo de Downing Street con José María Aznar - el Gobierno de Su Majestad, recordémoslo, no tiene amigos, sólo tienen intereses- y el error de Iraq reafirmaron a los nódulos culturales del socialismo catalán en el afrancesamiento de siempre. Con la gauche,hasta la derrota final.

Tanta perspicacia ha dejado vía libre a Convergència para aproximarse con comodidad al mejor político europeo de la década y adquirir a buen precio algunos productos del nuevo laborismo. Ideas interesantes como la del contrato civil de los inmigrantes, estos días ridiculizada como el carnet por puntos de la barretina, por el mal envoltorio con que ha sido presentada.

La réplica de Rodríguez Zapatero - "los seres humanos no se miden por puntos"- es un dardo certero, pero antes de que el gallo del talante haga tres veces quiquiriquí, en España se debatirá muy en serio la necesidad de incentivar el arraigo de los inmigrantes. ¿Cuál ha sido la temeridad de CiU? Seguramente no haber prestado más atención a otro relevante producto del new labour que se llama compasión.

Para los ideólogos de la tercera vía, compasión no es dar limosna al pobre de la esquina, sino sentir un profundo respeto por los más débiles. La imagen del carnet por puntos es muy publicitaria y agresiva. Es tan rompedora que perfora la idea de respeto. Por ello, el catolicismo difuso, auténtica radiación de fondo de la sociedad catalana, se ha puesto inmediatamente en guardia. Es el buenismo, dicen algunos. Gracias a esa radiación, el PSC, inmerso en una fase de aguda pereza intelectual, ha podido decir que la propuesta laborista de Mas divide a la sociedad.

ENRIC JULIANA, LA VANGUARDIA, 23 OCTUBRE 2006

16 octubre 2006

Taurófilos y anticlericales


MANUEL DELGADO, 'DE LA MUERTE DE UN DIOS. LA FIESTA DE LOS TOROS EN EL UNIVERSO SIMBÓLICO DE LA CULTURA POPULAR'.

Théophile Gautier, en sus viajes por España, había descrito abundantemente la irascibilidad del público y sus violentas consecuencias cuando el espectáculo no le satisfacía. Pero lo que llamaba más poderosamente la atención eran las aparentemente extrañas derivaciones que tenían los motines taurinos. Pensemos, por ejemplo, en los que ocasionó el cierre gubernativo de la plaza de toros de la Barceloneta, en Barcelona, por un período de quince años.

Sucedieron en 1835. Un estropicio de encerro dio lugar a fuertes expresiones de iracundia del público, que salió exasperado y tumultuosamente de la plaza. En plena excitación alguien gritó: "¡A por los jesuitas!". A su convento, y luego a otros, se dirigió la muchedumbre, que los dejó convertidos en cenizas y ruinas en unas cuantas horas. La memoria popular dejó plasmado el episodio en una famosa canción: "El dia de Sant Jaume / de l'any trenta-cinc / va haver-hi bullanga / dintre del turín. / Van sortir sis toros, / que van ser dolents . / Això va ser la causa / de cremà els convents".

Y es que en lugares como Barcelona la corrida de toros se incorpora a una cultura popular urbana naciente, celosa de sus señas de identidad propias, políticamente radicalizada: "Durante los años veinte y treinta, antes también, aún después, pero de otra forma, las plazas barcelonesas tenían un público identificado con el torero, con su arte y con su miedo. Un pueblo industrializado, recalcitrantemente anticlerical, se sumergía eufórico en aquella religión de divinización del hombre a pie, al mismo tiempo que paladeaba en las salas oscuras de los barrios la mitología populista de Hollywood".

MANUEL DELGADO, 'DE LA MUERTE DE UN DIOS. LA FIESTA DE LOS TOROS EN EL UNIVERSO SIMBÓLICO DE LA CULTURA POPULAR'.

Euskadi: rendijas


ARRIBA, LEKEITIO (VIZCAYA). ABAJO, VISTA DE SAN SEBASTIÁN. OCTUBRE 2006.

Euskadi: ciudades



DE ARRIBA ABAJO: PUENTE DE CALATRAVA EN BILBAO, PLAYA DE LA CONCHA DE SAN SEBASTIÁN Y MUSEO GUGGENHEIM DE BILBAO. OCTUBRE 2006.

Euskadi: costas


ARRIBA, PUEBLO DE LEKEITIO (VIZCAYA). ABAJO, SAN JUAN DE GAZTELUATXE (VIZCAYA). OCTUBRE 2006.

12 octubre 2006

El 'forat de la vergonya'


MANUEL DELGADO EL PAÍS - 10-10-2006

Hemos sido testigos en apenas unos días de dos acontecimientos estrechamente vinculados entre sí, cara y cruz de un mismo proceso de transformación urbanística del casco antiguo de Barcelona. Una mañana el alcalde inauguraba solemnemente las nuevas instalaciones de la Universidad de Barcelona en el mismo núcleo del Raval donde se levantan el Macba y el Centro de Cultura Contemporánea (CCCB), dos de los grandes contenedores culturales de la ciudad. A la semana siguiente, a poca distancia, en el barrio de la Ribera, podíamos contemplar la pavorosa imagen de los antidisturbios de la Guardia Urbana protegiendo el arrancado de las tomateras que los vecinos habían plantado en el forat de la vergonya, un solar a unos metros del mercado de Santa Caterina, la única zona realmente verde -y no gris- que había en todo el Casc Antic.

La interpretación de tal coincidencia no es difícil. Ambos momentos representan los episodios más recientes de una vieja dinámica de lo que los urbanistas llaman "esponjamiento" o "higienización" de Ciutat Vella, consistente en desenmarañarla y limpiarla; es decir, resolver los problemas de control que implicaba su tendencia a la opacidad y deshacerse de los elementos tanto inmuebles como humanos que pudieran suponer un obstáculo para la reapropiación del barrio por parte de clases medias y altas ansiosas de un baño de venerabilidad histórica, debidamente sazonada con elementos de ese nuevo sabor local que da el multiculturalismo e incluso de un moderado toque canalla. Para ello, se inyecta saber, cultura y sano ambiente juvenil allí donde antes había solamente vida y prosigue la campaña de deportación y borrado de pobres en marcha desde hace años en el sector.

Lo sucedido en el forat de la vergonya es bien ilustrativo de esa dinámica, a la que se asigna el eufemístico título de "rehabilitación". Como se recordará, en aquel solar de 5.000 metros cuadrados el Ayuntamiento tenía prevista la apertura de un aparcamiento a disposición del turismo cultural que acude al área ya debidamente desinfectada de la calle de Montcada y los alrededores del Museo Picasso, el Born y Santa Maria del Mar. Allí, una colosal mutación urbanística había empezado a restaurar edificios para dedicarlos al comercio de alto nivel, a la venta de lofts para profesionales con éxito y al alquiler de apartamentos para esa pequeña multitud de extranjeros con dinero que los están convirtiendo en residencias de vacaciones o de fin de semana.

La operación no cuajó como consecuencia de la resistencia de los habitantes, que se apropiaron de un espacio que consideraban suyo y del que hicieron un insólito vergel urbano. Jardín, huerto, zona de juegos infantiles, tarima para espectáculos, modestas canchas de fútbol y baloncesto, mobiliario..., todo había sido elaborado a mano por los vecinos, con unos criterios estéticos a años luz de la afectación formal de los llamados "espacios públicos de calidad", cuya característica suele ser que parecen diseñados para ahuyentar a sus posibles usuarios. Allí se podía ver en todo momento a gente de todas las edades convirtiendo la plaza en un lugar de sociabilidad que, por otra parte, representaba la encarnación del multiculturalismo real, no el de los prospectos oficiales, sino el de seres humanos de carne y hueso que encontraban por fin un lugar donde encontrarse. No en vano, el lugar había sido vindicado como la auténtica plaza Mayor del barrio, y así se propuso en el pregón de su última fiesta mayor.

Pues bien, eso es lo que nuestras autoridades parecían incapaces de soportar: que se hubiera suscitado de forma espontánea todo un apasionante experimento de autogestión, un emocionante ejemplo de cómo los vecinos de un barrio podían generar sin permiso escenarios para su vida cotidiana, de espaldas a la insaciable voluntad municipal de monitorizarlo absolutamente todo y de sólo tolerar las formas de estar en el espacio urbano homologadas previamente por sus técnicos en ciudadanía y sus expertos en convivencia. No se podía tolerar un espacio público que fuera realmente público; es decir, del público. Esa imagen de niños jugando en parques que ellos no habían dispuesto, de abuelos charlando en bancos que ellos nunca instalarían en sus plazas, significaba para ellos el más inaceptable de los desacatos.

Por desgracia, tuvo que producirse un problema de orden público para que la sentencia de muerte contra el forat de la vergonya fuera recogida por los medios de comunicación. Las imágenes de jóvenes lanzando cohetes de feria contra la policía y de la profanación del Macba sirvieron para que los portavoces oficiales -todos- desfigurasen las vindicaciones vecinales y volvieran a agitar el fantasma del Okupa Feroz, con lo que, de paso, insistían en malignizar al movimiento que inició y está encabezando una lucha de los jóvenes por el derecho a la vivienda que se extiende por momentos.

Esta vez han vuelto a ganar y a perder los de siempre. Pero así se escribe la historia. Como sincronizados, una solemne inauguración y un desalojo a la fuerza. Se levanta un nuevo templo en el que el Saber y la Cultura oficiarán sus misterios y, muy cerca pero también muy lejos de allí, se desbarataba una ilusión colectiva forjada a ras de suelo. La ciudad hecha poder y hecha dinero se ha vuelto a salir con la suya y ha conseguido derrotar -como siempre, sólo por el momento e inútilmente- a esas sustancias básicas de toda vida urbana que son el amor por la vida y la manía de desobedecer.

MANUEL DELGADO es profesor de Antropología urbana en la UB. FOTO: UBICACIÓN DEL FORAT DE LA VERGONYA EN LA WEB WWW.BCN.CAT

11 octubre 2006

"Aquel que ha de morir"


MANUEL DELGADO,
'DE LA MUERTE DE UN DIOS. LA FIESTA DE LOS TOROS EN EL UNIVERSO SIMBÓLICO DE LA CULTURA POPULAR'.


En la cultura popular, la asimilación del toro sacrificado (o del torero como sacerdote) a la imagen arquetípica del joven dios trágico, Cristo entre nosotros, está abundantemente ilustrada, igual que ocurre en el proceso místico que conduce a ambos a la muerte. Conrad ya indicó que la asimilación entre los taurobolios tradicionales y el mitologema pasional de Cristo era, desde el principio, inevitable en España. La imbricación en los ritos taurinos de la temática y del repertorio simbólico derivado de la crucifixión, a partir de su propio valor sináptico en la cultura, es constante e inequívoca.

Empezando por la iconografía: las imágenes de Cristo como torero son abundantes, tanto en el arte popular (el famoso ex voto de la ermita de Torrijos, en Toledo, con Cristo crucificado con un brazo desclavado y haciéndole el quite a un toro), al arte culto, representado por Picasso o, más recientemente, por Ramón Panades. Las explicitaciones referenciales pueden alcanzar a ser pintorescas. En marzo de 1895 un joven torero, José Mangilla, 'El gallo de Morón', recorrió caminando el trayecto entre las Ventas de Madrid y la Maestranza de Sevilla, cargado con una cruz a cuestas, cumpliendo así una promesa al Cristo del Gran Poder. Su objetivo era llegar a la ciudad andaluza el día de Jueves Santo.

Por su parte la equiparación del par Cristo-María con el par toro-María aparece abundantemente explicitada en un buen número de obras también de Picasso, tal y como ha hecho notar Serrán Pagán. Hay más ejemplos. En Madrid era célebre el Cristo de los Toreros, que llevaba colgadas en las procesiones las capas que iban a ser utilizadas en los festejos del día.

Las numerosas analogías entre la pasión de Jesús y la muerte ritual del toro, ya notadas entre otros por Grotjahn, también tienen cumplido reflejo en la forma de designar ciertos objetos de la lidia. Es el caso de la forma en que se denomina el lugar en que el toro debe recibir la estocada mortal: 'la cruz'. Y por supuesto, como ha sido subrayado por buen número de autores, es el caso del modo de aludir a la suerte en que el animal es recibido por el diestro de frente, con el capote extendido y asido con las dos manos, obligándole a pasar embebiéndose, besando literalmente la vela: 'la verónica'. Aquí se alude a la secuencia mítica en que una mujer enjuga el rostro de Cristo con un paño y, a la vez, se cuestiona silenciosamente el origen del término 'lance', muy cerca de las averiguaciones de Álvarez de Miranda sobre la primitiva condición de las capas empleadas en las tauromaquias como sábanas o lienzos.

(...) La conexión aparece copiosamente en la cultura popular. Todas las fechas significativas del ciclo festivo cristiano son susceptibles de albergar la ritualística taurina: Corpus, Pascua, la celebración semanal de la Pascua en domingo... El ciclo navideño, mediante villancicos taurinos, que pueden mostrar a San José como un torero; leyendas relativas al buey del nacimiento divino; e incluso alusiones a la mítica estrella anunciadora: el 'torico' de Teruel, a quien un astro maravilloso siempre guía en el firmamento. Hay un Cristo en la provincia de Toledo a quien llaman el Vaquero por la gran cantidad de festejos taurinos que se organizan en su honor.

El episodio trágico de la muerte de Jesús en la cruz aparece concebido como idéntico a la sórdida condición de un buey de labranza: "La semilla que derrama / por medio de aquel terreno / significará la sangre / de Jesús el Nazareno" (canción 'El arado', muy difundida en la península). (...)


Obsérvese esta descripción que del 'toro-júbilo' de Medinaceli escribiera el poeta Corpus Barga: "El toro se da por vencido, no se mueve, se desdibuja barroso y tiene ya puesta su corona de espinas, es decir, de fuego. El toro sale corriendo como un ciervo: las llamas dibujan en el aire obscuro cornamentas fantásticas. Con las astas de fuego cada vez más encendidas por la carrera, el toro acaba por pararse y retraerse celoso, inquieto, todo rodeado de luces relampagueantes. Parece un sol. Es un dios, no una bestia".

En la cultura popular española Cristo simboliza, como el toro, lo 'masculino'. Su culto es el culto de aquello que ha de crecer para ser destruído: pinos, espinas de trigo, vid, gallos, carneros... toros. Los mozos que sacrifican un toro o que se prestan para ser pseudoinmolados imitan a Cristo en su acto estremecedor de renuncia, en el crimen colectivo de que fue objeto.

(...) En un momento dado, la comunidad, la madre-paredro femenino bíblico, el pueblo de Israel, decide poner fin a la aventura de libertad emprendida por el Mesías, lo atrae hacia su centro, Jerusalén, y lo sitúa en una disposición crítica en la que deberá encontrar una muerte atroz, a la que ya estaba predestinado desde el momento mismo de su concepción. Al morir abandona su extrema humanidad y con ella sus componentes telúricos, y es trasladado al nivel de la claridad solar y diurna (la resurrección y la ascensión), previo reingreso a una cueva (motivo también presente en su nacimiento), y, según la tradición popular, habiendo perdido en el tránsito parte de su integridad física, que queda en la tierra a modo de reliquia (el Santo Prepucio o Santa Carne Verdadera, que se conserva en Cálcata, Italia, procedente de España según la leyenda). El paso ha incluído también un episodio de cocción: el descenso a los infiernos. (...)

El papel que desempeña la Virgen en la corrida, presidiéndola a distancia, es idéntico estructuralmente al que representan las madres y las esposas de los toreros (Rosa Montero escribió un precioso artículo sobre esto, 1983). Esteva Fabregat describe la costumbre que pudo observar en un pueblo aragonés, en el que las madres de los mozos que corrían los toros debían esperar angustiadas fuera de la plaza sin poder contemplar el espectáculo. Ése es también el lugar físico que ocupan María Magdalena y las mujeres que seguían a Jesús en el momento de la crucifixíón, observando desde lejos la agonía del Salvador.

MANUEL DELGADO, 'DE LA MUERTE DE UN DIOS. LA FIESTA DE LOS TOROS EN EL UNIVERSO SIMBÓLICO DE LA CULTURA POPULAR'. FOTOS: 'TORO MORIBUNDO' (1934) Y 'CORRIDA DE TOROS' (1934) DE PABLO PICASSO.

  • El torero dessagnat
  • Les disfresses del toro



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